Pocas representaciones tan bellas y crípticas de este mundo he visto como las cartas náuticas. Constatan que ha sido explorado siquiera por algunos mortales: los que decimos han escrito su historia y los que de ella pueden hoy predecir su porvenir.
Esas líneas y cifras que las dibujan, signos de los tránsitos posibles y a la vez perecederos sobre la más grande superficie del planeta, se me antojan constelaciones de un universo insondable. Podría pasar horas deslizando la mirada por cada recoveco de esos pliegos de papel, maravillándome ante la evidencia de un mundo que sólo puedo imaginar.